miércoles, 15 de febrero de 2012

Amayuelas, la aldea palentina que alumbra nuevos estilos de vida

¿Hay alternativa, dentro de Occidente, a nuestro sistema de vida? Probablemente no haya muchas personas haciéndose esta pregunta, pero aún más probable es que, con el paso del tiempo, esta cuestión tomará más importancia. Quizá por eso más y más personas irán tornando la vista hacia Amayuelas de Abajo, una pequeña aldea situada a unos 30 km de Palencia, donde un grupo de pioneros lleva 15 años poniendo en práctica otro modelo de organización social y, por tanto, otra forma de vida.


Pero no nos engañemos porque, como dice Jeromo Aguado, uno de los principales impulsores de este proyecto, “no hay alternativa si no aprendemos a vivir con menos”.  Él y otros de sus compañeros proceden de un movimiento de educación popular llamado Escuelas Campesinas que, posteriormente, evolucionó hacia lo que hoy es la Universidad Rural Paulo Freire. Compatibiliza ambas facetas, la de campesino con la de educador.

“Con el abandono de los pueblos se entierra una cultura, una forma de trabajar el campo, de hacer compatible la producción de alimentos sanos con el cuidado del medio ambiente. Nuestro objetivo es evitar el despoblamiento, e incluso abrir camino para traer gente a zonas como ésta, donde solo vivimos cinco habitantes por kilómetro cuadrado, tres de los cuales son hombres y dos mujeres. Esto es un caos demográfico.  A través del Proyecto Amayuelas queremos facilitar la vuelta al campo de gente de procedencia urbana desencantada, que siente que su estilo de vida no le llena y quiere volver a la naturaleza”, afirma Aguado.

Amayuelas es el laboratorio donde se ensayan nuevas fórmulas de organización social que facilitan un futuro para el mundo rural, un futuro que no pase ni por la agricultura intensiva ni por cualquier otra forma de producción agresiva con el medio ambiente. Y para ello aborda actividades de producción, investigación y formación.  Los resultados saltan a la vista nada más entrar en el pueblo. Junto a un deteriorado establo de adobe que delata el absoluto abandono que llegó a sufrir esta localidad, se alza un grupo de viviendas unifamiliares bioclimáticas, construidas con adobe y alimentadas con energía solar. Cuando uno se adentra en sus pocas calles, encuentra otros edificios también restaurados, entre ellos el albergue rural donde funciona el comedor comunitario y se celebran encuentros y acciones formativas. La construcción bioclimática es una de las áreas en la que los participantes en el Proyecto han logrado crear empleo. Otras son la agricultura y ganadería ecológica y el turismo rural.  En Amayuelas se producen hortalizas, cereales, cordero y pollo. Se han levantado, además del albergue rural, dos casas rurales, se ha creado un horno de pan y una empresa de construcción con tierra. Todo ello ha permitido que la localidad cuente con una veintena de nuevos pobladores, a quienes se unen otras personas que, aun sin vivir en el pueblo, desarrollan en él la totalidad o una parte de su actividad laboral. En total, entre cuarenta y cincuenta personas que dan vida a esta aldea, sin contar a todas las que participan en las acciones formativas, jornadas y foros de debate que, en 2008, fueron unas dos mil.

Buscando la sostenibilidad, Amayuelas intenta que no se desaproveche nada  y, por eso, una de sus líneas de investigación se centra en el aprovechamiento de los residuos orgánicos para fertilizar la tierra y en lograr que el agua se pueda reutilizar para riego. Junto a esta línea, otras tres: agricultura y ganadería ecológicas, banco de semillas para conservar la biodiversidad agrícola y bioconstrucción. Y siempre recurren al saber de los mayores, aquéllos que en su día utilizaron adobe para construir, manejaron una notable variedad de semillas, trabajaron la tierra sin químicos y criaron ganado en régimen extensivo y sin usar antibióticos, antes de que a estas actividades, las de toda la vida, se les aplicaran términos como “ecológico”, “biodiversidad agrícola” o “construcción bioclimática”.
Todo este conocimiento, provenga de los mayores o de investigaciones recientes, circula en Amayuelas a través de la Universidad Rural Paulo Freire. En ella se imparte formación tanto en los formatos tradicionales, como cursos, seminarios y jornadas, como “a la carta”; por ejemplo, se enseña a trabajar la tierra a quienes quieran probar la vida en el campo. A estas personas se les facilita la oportunidad de aprender en Amayuelas, residiendo allí una temporada “en invierno, de noviembre a marzo, que es lo más difícil”, precisa Aguado. Gracias a este sistema han ayudado a nuevos pobladores a instalarse en Amayuelas o en otras localidades rurales, alcanzando así el principal objetivo del proyecto, es decir, ofrecer alternativas que eviten el despoblamiento rural.

Jeromo Aguado: “La agricultura industrial es la causa del despoblamiento”

Jeromo Aguado se define a sí mismo, con orgullo, como campesino. Apuesta por otros modelos porque, en su opinión, “con la agricultura industrial no puede vivir nadie. Hace veinte años la población activa agraria era el veinte por ciento del total y ahora es el cuatro por ciento. Se han cambiado personas por tecnologías que, además, son agresivas para el medio ambiente. Creemos que debe existir tecnología, pero al servicio de los seres humanos y de la naturaleza y, si no cumple esos dos requisitos, no la queremos ”.

Como muchos otros, Aguado cree insostenible que en España el setenta por ciento del territorio esté habitado por sólo dos millones de personas. Sin embargo, afirma, “hay todo un movimiento de gente que quiere volver al campo. Todos los días atendemos muchas llamadas. Lo que falta es apoyo institucional para encauzar esta demanda. Nuestros políticos son cortos de miras, están obcecados con el economicismo y el productivismo”.

Está convencido de que el campo ofrece muchas oportunidades “si se ve desde una concepción diferente del desarrollo y de la vida”. Y, por ello, en las actividades formativas recalcan lo importante que es aprender a vivir con poco. “Vivimos en el Norte”, prosigue Jeromo, “donde un  veinte por ciento de la población mundial consume el ochenta por ciento de los recursos del planeta. Hay mil millones de seres humanos que se mueren de hambre y otros mil con problemas de obesidad. Por eso decimos que la alternativa pasa por otros modelos de vida. Al capitalismo hay que oponerle una pluralidad de modelos y de culturas basados en la sostenibilidad. El gran reto que nos queda a los del Norte es empezar la aventura de aprender a vivir con poco. “

Artículo escrito por Miguel Á. Ortega y publicado en el nº 36 de El Correo del Medio Ambiente, abril de 2009. Puedes descargar gratis el número completo en http://www.reforesta.es/publicaciones_medioambiente/el_correo_del_medio_ambiente.php 

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