Por Miguel Á. Ortega, Presidente de Reforesta
Para quienes llevamos décadas trabajando en educación ambiental es evidente que, aunque la concienciación general sobre la protección del medio ambiente ha avanzado, no lo ha hecho al ritmo necesario; de ahí que, a pesar de ello, como todos los informes sobre la cuestión indican, la salud del planeta sigue deteriorándose y, en lugar de ir a mejor, la tendencia es ir a peor.
Para quienes llevamos décadas trabajando en educación ambiental es evidente que, aunque la concienciación general sobre la protección del medio ambiente ha avanzado, no lo ha hecho al ritmo necesario; de ahí que, a pesar de ello, como todos los informes sobre la cuestión indican, la salud del planeta sigue deteriorándose y, en lugar de ir a mejor, la tendencia es ir a peor.
Por tanto, algo está fallando. Si no reformulamos objetivos
ni nos dotamos de mejores herramientas con las que afrontar el reto, estaremos
perdiendo el tiempo, la magnitud de los problemas crecerá y, con ello, también
lo harán los conflictos.
Teniendo lo anterior en cuenta, la pregunta que toda persona
que sienta una preocupación sincera por el género humano debería hacerse es: ¿está
el ser humano actual, en particular, el ser humano acomodado, capacitado para
vivir de forma sostenible? Yo avanzo una respuesta: NO. Cuando digo que no es
porque ni quiere, ni puede. Dice querer pero, en realidad, no quiere, porque no
está dispuesto a hacer cambios en su forma de vida ni en su organización
social. No puede porque está atrapado en la trampa del crecimiento económico,
de un modelo que necesita crecer continuamente para no colapsar, aunque el
crecimiento continuo en un sistema de recursos finitos le lleva también al
colapso.